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10 septiembre 2010

¿El amor te dejó ciega?

¿Te pasó alguna vez? Una amiga te habla del chico con el que sale desde hace un tiempo y declara: “Es el hombre de mi vida”. Estas palabras, que supuestamente deberían ponerte feliz, te dejan consternada. Mirás a esa chica a la que tanto querés (y creés conocer) y no tenés la menor idea de qué responderle. Lo único que se te ocurre es: “¿Te volviste totalmente loca, nena?”. El tipo es un antisocial, no tiene nada en común con ella, la trata mal delante de cualquiera. Sí, estás frente al típico caso de un alma gemela traída de los pelos: una mujer está convencida de que no vio la luz al final del túnel de la soltería, sino más bien una llama eterna.

Mientras tanto, sus amigas y sus familiares se preguntan cómo puede estar tan ciega. La coach de parejas Frances Amaroux (lovecoaching.com) asegura que, cuando se trata de reconocer al hombre con mayúsculas, somos muchas las que tenemos la costumbre de pifiarle. “Cuando estás enamorada o excitada con alguien, los químicos que libera tu cerebro hacen más difícil pensar racionalmente”, afirma. ¿Por qué sucede esto? “Ciertas sustancias hormonales, como la feniletilamina (de la familia de la anfetamina), las endorfinas y la oxitocina hacen que nuestro cerebro se embriague de neurotransmisores que vuelven más atractiva y fantástica a otra persona”, explican los psicólogos Patricia Elmeaudy y Oscar Lanzillotti, terapeutas de pareja y directores de www.psico-in.com.ar. “Por eso, el enamoramiento es un estado de profunda idealización. Los procesos lógicos, racionales y de buen juicio quedan temporalmente suspendidos”. Claro que esto no significa que estés condenada a encadenarte al primero que se te cruce, convenciéndote de que él es tu media naranja. Sobre todo, si las evidencias señalan lo contrario.

UN MODELO QUE SE REPITE

Hasta acá, okay, pero ¿qué hace que una chica inteligente −y, en otras circunstancias, llena de sentido común− coloque al varón equivocado en la categoría máxima de “alma gemela”? Según Amaroux, hay una cantidad de razones. “En primer lugar, está el anhelo de tener una conexión, una especie de lazo físico con alguien. Un solo abrazo alcanza para que sientas que él realmente te está cuidando. Y eso es tan agradable que, a la hora de las evaluaciones, puede llegar a tener mayor peso que otros aspectos, quizá mucho más racionales”, afirma.

Hay otra teoría más de fondo: asegura que aprendemos qué es el amor a partir de las marcas que nos dejaron las experiencias de nuestra infancia. “Uno se enamora después de la adolescencia, una edad en la que ya hemos sido amados por otros, que en general son los padres”, explica la psicoanalista y docente universitaria Isabel Carraro, del Centro Dos. “En la vida adulta, buscamos reeditar ese modelo de lazo amoroso. Determinado rasgo, cierta condición, es lo que hace que el amor prenda. Y esto siempre estará presente, por más que, en apariencia, los hombres sean totalmente diferentes”. En otras palabras, y aunque no nos guste, en lo profundo de nuestra psiquis podemos sentir que un vínculo distante, insatisfactorio o incluso peligroso es lo que nosotras llamamos “amor”.

LA TRAMPA DEL “Y COMIERON PERDICES”

Otra causa por la que pueden darse estos casos de alma gemela a la fuerza es porque “Bueno, ¿por qué no? ¡Si le pasa a otras!”. Es que no nos cuesta nada creer en aquello que deseamos que sea cierto. “Todo el tiempo escuchamos historias de parejas que se encontraron y, ¡puf!, una semana después él le propuso matrimonio. Obviamente, hace 38 años que están felizmente casados (por decir algo). Aunque no es lo más común, es verdad que estas cosas pasan. Pero eso no quiere decir que necesariamente va a pasarte a vos”, dice Amaroux. “Lo que no es cierta es esa parte que parece extraída de un cuento de hadas: lo amás, por lo tanto él es tu alma gemela y tienen que estar juntos. La verdad es que no con todos los hombres que amesvas a poder lograr una relación feliz y exitosa. En nuestra sociedad tenemos una visión romántica, pero es necesario que equilibremos esa cuestión química del enamoramiento. También debemos involucrar el lado lógico de nuestro cerebro”, asegura.

SABÉ LO QUE QUERÉS, PRIORIZÁ LO QUE NECESITÁS

Entonces, ¿cómo podemos mantenernos dentro de los límites del mundo real? “Esimportante que hagas los deberes para poder establecer cuáles son tus requisitos fundamentales en una relación”, recomienda Amaroux. Sé razonable: que le guste andar en bici por la playa con su perro labrador o que mida más de 1,85 metro de altura no cuentan como condiciones básicas. Lo mejor es empezar con los puntos que no se pueden negociar. “Hacé una lista de todas las características que quisieras que tuviera tu pareja y, a continuación, dividí la hoja en tres columnas. La primera es para las no negociables”, sugiere Amaroux. Por ejemplo, que quiera tener hijos algún díao que no sea adicto a ninguna sustancia. “En la segunda columna escribí las cosasque son importantes para vos, pero con las que podés tener cierta flexibilidad”,dice la especialista. Acá sí ingresan ciertas características, como el atractivo físico o sus ingresos: aunque harían que todo fuera casi perfecto, no son cruciales. Y, por último, en la tercera columna da rienda suelta a tus fantasías. Escribí “que adore masajearme los pies” y todo lo que les pedirías a los Reyes Magos.

A veces, un hombre se las arregla para completar muchos de estos casilleros, pero resulta que la mayoría de sus cualidades son de la segunda columna o de la tercera, y no de la primera. En ese caso, si lo que buscás es una relación a largo plazo, no te conviene seguir avanzando”, aconseja Amaroux. Enamorarse no es una ciencia exacta; entonces, tu lista de requisitos puede funcionar como un verdadero auxiliar. Te puede ser muy útil para evaluar a unhombre que va en contra de todos tus estándares. “Especialmente al comienzode una relación, cuando pensás que podría ser EL indicado, tiene que cumplir por lo menos ocho de diez condiciones no negociables”.

Entonces, la próxima vez que una gran amiga tuya se muestre fascinada con un bobo, regalale una libreta... y ayudala a sumar.