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27 mayo 2011

Salvemos a los hombres

En el fondo de cada hombre late un caballero andante que, para que ellos se sientan realizados, tenemos que dejar expresarse.

Las mujeres buscamos comprensión, mientras que los hombres buscan reconocimiento. Las mujeres nos sentimos amadas cuando ellos nos comprenden y son cariñosos, mientras que los hombres se sienten amados cuando les admiramos y les necesitamos.

¿Caballerosidad contra feminismo?

¿Quién ha dicho que las mujeres tenemos que valernos por nosotras mismas en todo momento y en cualquier situación? Ser independientes no equivale a ser autosuficientes. Por tanto, podemos y debemos permitir que los hombres nos abran la puerta, nos dejen pasar primero, lleven las cargas pesadas, nos cedan el asiento en los transportes públicos, nos traigan bebidas en las fiestas, nos pregunten si necesitamos algo y nos lo proporcionen, nos cambien la rueda en caso de pinchazo, nos rellenen la copa en el restaurante... Con estas atenciones nos ayudamos a nosotras mismas, pues facilitan nuestra vida; hacemos que ellos se sientan bien, y, aunque pueda parecer paradójico, mantenemos el control, ya que querer demostrar a toda costa que no les necesitamos produce el efecto contrario.

Un poco de sana independencia

Muestra seguridad a un hombre, una pequeña dosis de dominio para que haga cosas por ti -porque esa actitud implica que tiene que seguir esforzándose-, y un poco de desapego y lo tendrás a tus pies. ¿Por qué, si en general, a las mujeres nos ha ido tan mal con la entrega absoluta no probamos con el leve castigo de una suave indiferencia? ¿No nos damos cuenta de que si rechazamos las muestras de caballerosidad (o cortesía) nos cargamos con lo peor del feminismo y lo peor del machismo?

La sonrisa que acaricia

Nuestra sonrisa, con toda su gama de expresiones -desde una leve insinuación que indica interés o travesura hasta la sonrisa abierta y franca que puede ser leída como una promesa o como expresión de nuestro encanto inigualable-, es nuestra mejor arma para pedir y para agradecer.

Ante una sonrisa femenina, un hombre dará lo mejor de sí mismo: protección, consejo, apoyo logístico, ayuda, caballerosidad, una invitación al cine o a cenar... En este momento se establece una relación simbiótica de la que ambos salen beneficiados. La caballerosidad bien entendida nos hace fuertes.

Hombres atentos y siempre dispuestos

El mundo está lleno de hombres que quieren impresionarnos con su fuerza, su inteligencia, su capacidad de organización, su talento etc. Si un hombre conocido te ofrece ayuda para llevar tus bolsas, subir la compra a casa, cambiar un enchufe, arreglarte la moto o hacer cualquier gestión por ti... ¡di siempre sí! No le hagas sentir mal... Sobre todo, si es el hombre con el que tienes una relación de pareja. Cuando él se ofrece a hacer algo, decirle que no es castrar su iniciativa y puede significar que no vuelva a brindarse nunca para hacer nada más.

No importa si apila los platos mal o no deja la casa impoluta u olvida la mitad de la lista de la compra, lo importante es que lo haga. ¿O prefieres condenarte a hacerlo siempre tú? Por no hablar de que algunos hombres han desarrollado la habilidad de hacer mal las tareas para que no les volvamos a pedir que las hagan... Tengamos paciencia y agradezcamos su esfuerzo efusivamente. Si ven que no les sirve la estrategia de su supuesta inutilidad, la próxima vez lo harán mejor.

La recompensa

Una sonrisa de reconocimiento y un halago del tipo "qué fuerte eres" o "eres genial" o "ha quedado perfecto" bastarán para hacerles felices. No obstante, no te entregues siempre: agradece y alaba la mayoría de sus esfuerzos, pero, en alguna ocasión, adminístrales un pequeño zarpazo para que no bajen la guardia y continúen esforzándose.
Sí, la caballerosidad bien entendida nos hace fuertes.