‘Tengo la piel muy sensible”. Es uno de los problemas más frecuentes en las consultas de los dermatólogos.
Pieles reactivas, que generan serios problemas a quienes las sufren, y
no son pocas. Según recientes estadísticas, el 60% de los americanos
califican su piel como sensible. Por ello, el doctor Ricardo Ruiz, de la
Clínica Dermatológica Internacional, profundiza acerca de este
problema. “Son muchos los pacientes que acuden a la consulta aquejados de enrojecimiento y escozor
en la piel cuando se exponen al contacto con distintos agentes, incluso
con el agua”, asegura el dermatólogo. Eso sí, no todas las pieles
sensibles son iguales. Según el doctor Ruiz, en general tras el concepto
de piel sensible se encuentran problemas bien distintos.
Rosácea:
-Síntomas. Enrojecimiento difuso en distintas zonas del rostro relacionados con los cambios de temperatura.
-Tratamiento ideal: En estos pacientes nunca debe emplearse la cortisona en crema, ya que suele empeorar los síntomas. El tratamiento consiste en controlar los brotes a base de antibióticos e isotretinoina y evitar el sol.
Dermatitis atópica
-Síntomas:
descamaciones, no sólo en el rostro, sino en cuero cabelludo, brazos,
piernas… En general, estos pacientes suelen ser alérgicos al polvo o al
polen.
-Tratamiento ideal: En estos casos, las cortisonas suaves pueden ser efectivas si se usan de forma prudente.
Intolerancia a cosméticos
-Síntomas. Eccemas y escozor
en la piel cuando existe contacto con determinados productos tópicos.
En estos casos, es conveniente realizar pruebas para descartar alergias
asociadas al níquel, fragancias, conservantes…
-Tratamiento ideal.
“El manejo de estos pacientes es muy difícil. Por lo general, no toleran
ninguna crema que contenga conservantes o perfumes y algunos ni
siquiera soportan la vaselina pura ni las aguas termales. En ocasiones,
tenemos que recurrir a los corticoides por boca para controlar los
brotes de enrojecimiento”, asegura el dermatólogo.
Un problema a tener en cuenta
Este
tipo de pacientes lo pasa realmente mal. El proceso puede generar
ansiedad y, en ocasiones, incluso depresiones. Por este motivo, el
dermatólogo debe permanecer atento para detectar estos cambios psíquicos
y ayudar a establecer el tratamiento adecuado.