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23 marzo 2012

Pareja y dinero

El amor es tan romántico, tan espiritual, tan perfecto, ¿cómo vamos a estropearlo hablando de temas tan prosaicos como el dinero? Precisamente porque no hablar de dinero es la mejor forma de tener problemas de pareja en un futuro medio cercano ya que, además de que hay diversos tipos de relaciones personales con el dinero, el "contigo pan y cebolla" es sólo una frase romántica que no funciona en la realidad.

Cualquier proyecto común pasa por sentar las bases de la relación de pareja en la actualidad y en la futura convivencia y ser lo suficientemente flexible como para renegociarlas a menudo.
Si no, podemos acabar como una amiga mía, Nuria, que vivía "felizmente" (juntos pero separados) con un hombre que ganaba bastante más que ella. Por no hablar, ella iba con la lengua y los bolsillos fuera intentando seguir el ritmo de vida de él porque no quería que pensara que era una aprovechada.

En el súper, cuando hacían la compra conjunta de fin de semana y días libres, él compraba todo tipo de delicatessen y ella aprovechaba para deslizar en el carro algunos productos "caros" como un tambor de detergente, unos tampones, algunos limpiadores, etc.

Ante estos casos, no va mal seguir el consejo de mi amigo Manolo: "el que más tiene, paga". Y el que esté en situación de desventaja económica o en situación precaria puede corresponder teniendo detalles como pagar los cafés si el otro ha pagado la comida o traer los croissants por la mañana para desayunar.

Una lucha propia

He conocido muchas formas de "organizarse" con el dinero absolutamente estresantes y destructivas y he sufrido algunas. Las formas más sanas y menos problemáticas suelen ser las que dejan espacio para cada uno de los miembros de la pareja, o sea, las que estipulan una cantidad de dinero razonable para los gastos de cada uno. Como en cualquier otro aspecto de la relación, en el dinero también hay que tener un cierto grado de individualidad, independencia e intimidad.

En el caso de que se estipule que ambos contribuyan a los gastos de la casa y tengan cuentas separadas con su propio dinero o que se haga un fondo común y cada uno disfrute de una asignación mensual, también es necesario hablar. Puede que uno esté pasando un mal momento o no tenga trabajo, el otro deberá apoyarle y aportar más dinero a los gastos comunes o hacerse cargo de ellos. Y entre los dos deberán planificar estrategias y actuaciones para salir adelante.

Todo es nuestro, pero ¿por qué gastamos tanto?

Entre las formas de tratar el tema del dinero más angustiosas está las de la pareja que tenían todas sus cuentas en común y tenían pautado cuánto se podía gastar en cada apartado, incluidos comida, productos de limpieza y regalos por fechas señaladas.

Al final de la semana se reunían y ella le pasaba las cuentas de lo gastado. Si faltaban diez céntimos que había olvidado apuntar, él le pedía con insistencia que hiciera memoria hasta que se peleaban como chinos....

¿Qué tipo de gastador eres?

Antes de la convivencia, está muy bien dejarse llevar por el amor que todo lo puede y que nos arrasa y llena de gozo los corazones, pero también deberíamos mantener los ojos abiertos para conocer a la persona que tenemos delante y actuar y pactar en consecuencia.
Los aspectos que hay que tener en cuenta son: qué tipo de vida queremos llevar, cuántos ingresos hay, a cuánto ascienden los gastos fijos, cuáles son las prioridades de cada uno para gastar el dinero sobrante, qué porcentaje de los ingresos hay que reservar para emergencias, etc.

Actitudes hacia el dinero.

El contable controlador. No es en sí un tacaño, pero quiere saber en qué se gasta cada céntimo. La fórmula ideal es que haya un fondo común para gastos de la casa y cada uno disponga de dinero propio. Si se queja de que se gasta demasiado en comida, una buena táctica es que esta persona se encargue de las compras y de administrar el dinero en común. De esta forma aprenderá.

El poderoso. Esta actitud normalmente está asociada con hombres. Sienten que son más importantes porque ganan más dinero o porque sostienen la casa con sus ingresos. No obstante, en la pareja ambos aportan activos mucho más valiosos que el dinero. Hay que hacérselo ver y bajarle los humos.

El gastador justiciero. No soporta los gastos "injustificados" o "superfluos". Si la pareja tiene todas las cuentas en común, la contraparte no podrá gastar nada sin que haya una enorme discusión.

El egoísta. Puede gastarse un dineral en sus aficiones y caprichos, pero siempre ve con malos ojos cualquier gasto que provenga de su compañero, sea un ordenador nuevo, ropa, un perfume o un encendedor. ¡Cuentas separadas!

El tacaño. Todo le parece demasiado caro e intentará ahorrar de todas las formas imaginables hasta ahogar a la pareja. Se impone una cuenta de gastos en común en la que cada uno aporte lo que le toque, según sus ingresos, y una cuenta para cada uno en la que administre su dinero como desee.

También es necesario hablar sobre la necesidad de vivir en el presente de forma agradable sin que pensar en el futuro demasiado amargue la relación.

El rico. No importa si gana mucho o poco dinero, siempre gastará más de lo que tiene y vivirá endeudado porque lo suyo es conseguir estatus, aparentar... Con este tipo de personas también funciona bien la modalidad gastos en común, cuentas con dinero propio separadas.

Es importante que la pareja tenga claro que los gastos o las inversiones importantes deben consensuarse.

El generoso. Considera que el dinero no tiene importancia y lo gasta con naturalidad y alegría. Le complace hacer felices a los demás con detalles o regalos. Su punto flaco es que no tiene en cuenta que pueden venir malas épocas y es poco precavido. Se impone negociar para tener un fondo para emergencias.

El despilfarrador. Lamentablemente, la frontera entre la generosidad y el despilfarro es muy tenue, especialmente para los ojos de una pareja que tiene otra forma de entender la economía común.

El ambicioso. Nunca tiene bastante y es capaz de casi cualquier cosa por ganar más dinero y poseer más bienes materiales. La pareja pasará a segundo plano para él en poco tiempo. Periódicamente, hay que hablar para revisar cuáles son las prioridades de la pareja y cómo quieren vivir.

El indiferente. Como el dinero le da igual, deja un amplio margen de maniobra a su pareja. No obstante, cómo esta se encarga de todo puede ser agotador.

Y lo realmente importante es cubrirse las espaldas por si la relación se acaba: vivir como si fuera a durar para siempre, tomar medidas por si se acaba.